jueves, 19 de septiembre de 2013

APRENDER A CUIDARSE

Como bien sabemos, el termino higiene es referido a la limpieza y al aseo, ya sea del cuerpo como de los lugares públicos. La higiene personal o privada es de vital importancia y su aplicación es responsabilidad del propio individuo, de ahí la importancia de inculcarla desde la infancia, ya que la higiene nos ayuda a conservar nuestra salud y a prevenir diversas enfermedades.

                Desde muy pequeñita me han enseñado en casa, en el colegio y en el instituto que la salud no implica únicamente limpieza, sino también tener unos buenos hábitos alimenticios y un buen estado físico.


Respecto a la higiene: tanto en casa como en el colegio, me enseñaron que lavarse las manos antes y después de comer era imprescindible. Me parecía una soberana tontería y no quería, pero mi familia hacia que lavarse las manos fuera divertido, nos enseñaban (tanto a mi hermano como a mí) a hacer pompas de jabón, de ese modo siempre queríamos lavaros las manos y poco a poco fuimos lavándonoslas sin que hiciera falta decirnos nada. Otra cosa imprescindible que me enseñaron en casa es la ducha diaria antes de acostarse y el lavarse la cara y las manos nada mas levantarse. No podemos olvidarnos de cuando empezamos a lavarnos los dientes; en mi caso lo recuerdo de toda la vida, porque en cuanto me salieron mis dos primeros dientes, mi madre ya me pasaba el cepillo de dientes para que me fuera habituando. En el colegio tomábamos un flúor de fresa todas las tardes, durante cinco minutos y recuerdo que a veces la profesora nos echaba un líquido en la boca que era oscuro (sabia a fresa), y si tenías sarro en los dientes, éste se veía más claro, de ese modo todos los niños de la clase  íbamos con los dientes muy bien lavados, para que nadie nos viera con sarro en los dientes. Otra cosa del colegio que también recuerdo es que los sanitarios estaban siempre muy limpios.




En casa siempre hubo una dieta equilibrada, en la que los cereales, la fruta, la verdura, las hortalizas y el pescado siempre estuvieron presentes. El pescado nunca fue “Santo de mi devoción”, pero mi abuela lo preparaba de diferentes maneras (a la plancha, frito, con salsa, cocido…) para que lo comiéramos, porque en mi casa la palabra NO ME GUSTA no existe. Desde pequeñita me preparaban un zumo de frutas por la mañana y por la tarde, antes de comer un bocadillo, siempre tomamos como mínimo dos piezas de fruta.

 Cuando empecé primaria en el colegio y durante tres  cuatro años tuve que ir al comedor el colegio. En dicho comedor nos daban un menú mensual en el que aparecía la comida que teníamos cada día, también era una dieta equilibrada rica en verduras, fruta y pescado. Antes de entrar al comedor debíamos ir al baño para lavarnos bien las manos con agua y con jabón, una vez que nos sentábamos a comer no podíamos levantarnos hasta que termináramos la comida del plato, aunque no nos gustara siempre debíamos probar la comida y comer lo máximo posible. Al terminar de comer nos levantábamos y recogíamos nuestra bandeja, volvíamos al baño y nos llevábamos los dientes (todo esto siempre era supervisado por las monitoras del comedor).




No puedo olvidarme de mencionar la cantidad de actividades físicas que hacia desde pequeña en Educación Infantil, donde los alumnos  no dejábamos de correr de un lado para otro, nos estimulaban continuamente con diversos juegos y en el recreo nos animaban  correr y a no parar. En primaria ya comenzamos con las clases de educación física, con las que continuamos hasta primero de bachillerato. Toda esta actividad física siempre fue reforzada por mi madre y demás familia, que todos los días nos llevaban a mi hermano y a mí al parque y a dar largos paseos; en veranos nos llevaban a la piscina y a  la playa, donde además de enseñarnos a nadar y pasarnos horas metidos en el agua, corrían con nosotros e inventábamos entre todos juegos en los que no dejábamos de saltar y brincar.





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