domingo, 22 de septiembre de 2013

Haciendo uso de mi memoria

Haciendo uso de mi memoria (más bien mala) intento recordar como era el tratamiento de la salud e higiene en mi infancia y adolescencia.

El colegio y la familia siempre estuvieron vinculados, en algunos aspectos quizá menos que en otros, pero se buscaba llegar a fines comunes por el bien de los niños. Respecto al tema que voy a tratar se daban charlas para los padres o se comentaban estos temas en las tutorías que se hacían en grupo o si algún niño necesitaba una atención individualizada se tenía una tutoría personal con el niño y la familia.




En mi hogar, y como supongo que en la mayoría, me enseñaron que antes de cada comida hay que lavarse las manos, que después de comer hay que cepillarse los dientes y que una vez al día hay que bañarse. Todo ello, junto con otros momentos como recoger después de jugar se implantó en mi vida como una rutina más. En casa bajo la supervisión de mis padres las realizaba todas si no quería tener un castigo o que ellos se enfadasen conmigo. Mis padres me han enseñado unos buenos hábitos de higiene y salud, pero eso no evitó, como era de esperar, que cogiese las enfermedades típicas de la edad como la varicela y muchos años he tenido catarros y gripes, unas más fuertes que otras, así algunas de las veces he tenido que reposar en casa y otra simplemente tomar los antibióticos e ir al colegio en el horario normal. En mi infancia he tenido la “enfermedad del beso” y ello hizo que durante unas semanas no pude jugar en el patio ni hacer gimnasia para evitar que me cansase y que pudiese ser más grave, pero si mal no recuerdo apenas perdí días de clase por ella.



En el colegio se trata de distinto modo la higiene y la salud en la clase principalmente, ya que no realizamos ninguna de las comidas del día (desayuno, comida, merienda y cena) en ella. Los hábitos de higiene y salud a implantar eran otros, como por ejemplo lavarnos las manos antes de tomar la comida del recreo (los niños que la llevasen) y limpiarnos bien la boca y las manos después. Cada vez que queríamos ir al baño debíamos avisar a la profesora y ella nos daba permiso y el papel del baño (supongo que el papel lo administraba ella para evitar posibles caos en el baño). El mandilón nos lo teníamos que poner después de sacarnos el abrigo y dejarlo en el perchero, ya que con el evitábamos mancharnos la ropa y esto favorecía que tuviésemos una mayor higiene personal. Lo llevábamos a casa a lavar una vez a la semana, aunque si la profesora lo veía muy sucio antes de que esta finalizase nos lo mandaba llevar para que lo lavasen en casa. Yo me quedaba a comer en el comedor ya que el horario de mis padres y el mío no eran muy compatibles. En el comedor teníamos un aseo muy grande con muchos lavabos y un gran espejo donde íbamos antes de comer. Durante la comida las cuidadoras del comedor supervisaban que comiésemos todo y que masticásemos mucho la comida para evitar atragantamientos o que nos sentase mal. Al acabar de comer volvíamos, por turnos, al lavabo; allí teníamos un neceser con pasta de dientes, cepillo de dientes y un peine, con ello nos aseábamos y después nos íbamos al patio. Por otro lado en el horario escolar, todos los viernes teníamos que tomar el flúor, un líquido rosa el cual recuerdo que solo queríamos porque nos hacía perder clase, pero no soportábamos su sabor.

Mis etapas de infantil y primaria en el sentido de la higiene y salud eran bastante similares y se iban diferenciando más cuanto más alto era el curso.


En la etapa de educación secundaría ya era distinto, ya tenía una edad que no necesitaba la supervisión constante, y la información de como debía hacer con mi higiene y salud ya me la habían dado en las etapas anteriores, ese era el momento de ser independiente y poner el práctica todo lo aprendido años antes.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Los primeros pasitos de mi vida y la salud



Mi nombres es Tania Alejandra Gómez Morales y vivo en Mexicali, Baja California, México.
         Desde que tuve mis primeros dientitos, mis padres me enseñaba poco a poco la importancia de la higiene, ya que me lavaban los dientitos al terminar de comer, y me recalcaban que era muy importante lavarse las manitas con agua y jabón después de ir al baño y antes de comer cualquier alimento, me dejaba jugar en la tierra como a cualquier niño pero siempre me estaba vigilando de que no me metiera la mano a la boca o me tocara la cara.

Con el paso del tiempo empezaron a mostrarme como era que se limpiaba la casa, los trastes (primero comenzaron diciéndome que cuando se come se debe limpiar la mesa, recoger el plato y vaso utilizado y lavaba mis trastes de plástico) después comencé a lavar los cubiertos y trastes de vidrio.

Recuerdo que mis papas me decían que debia lavarme los dientitos porque mis muelas se iban a enfermar, tener caries y me dolerían mucho, por lo tanto no podría comer dulces ni chocolates, poco a poco comenzaron a enseñarme que la higiene y la salud no solo es el aspecto personal, sino el interior, cada 6 meses hasta ahora voy al doctor hacerme una revisión total porque no siempre la enfermedad se refleja con dolores, o en el aspecto personal.

Durante los años de mi vida eh tenido tres veces tifoidea, por comer tanto en la calle y debo cuidarme mucho en cuanto a la higiene de los lugares a donde asisto a comer.




En la edad escolar mi educación hacia la salud y la higiene siguió siendo importante, nos enseñaban que teníamos que taparnos la boca con la parte interior del codo para estornudar, al jugar con plastilina, colores o cualquier material debíamos lavarnos muy bien las manitas y no tocarnos la cara, la maestra ya nos dejaba jugar en la tierra, ya que tanto al iniciar el día en la escuela como al entrar de recreo nos revisaban las uñas, el cabello, portar correctamente el uniforme y que estuviera impecable.





Hasta el día de hoy, la salud y la higiene es muy importante, tanto física, mental y espiritual, yo estudio la carrera de psicología en México, y eh aprendido tantas cosas, como que la salud no es verse físicamente en buen estado, sino que es multifactorial, existe salud mental y física y no precisamente debe existir el dolor y a veces solo es mental como la hipocondría, la cual es que el paciente cree sin alguna duda que tiene varias enfermedades graves en el cuerpo.
Como ya lo había comentado, asisto al doctor cada 6 meses para revisión de rutina, aunque no sienta algún dolor, por las veces que me ha dado tifoidea, con esto a mis sobrinos les enseño e inculpo la higiene.





TANIA ALEJANDRA GOMEZ MORALES

jueves, 19 de septiembre de 2013

APRENDER A CUIDARSE

Como bien sabemos, el termino higiene es referido a la limpieza y al aseo, ya sea del cuerpo como de los lugares públicos. La higiene personal o privada es de vital importancia y su aplicación es responsabilidad del propio individuo, de ahí la importancia de inculcarla desde la infancia, ya que la higiene nos ayuda a conservar nuestra salud y a prevenir diversas enfermedades.

                Desde muy pequeñita me han enseñado en casa, en el colegio y en el instituto que la salud no implica únicamente limpieza, sino también tener unos buenos hábitos alimenticios y un buen estado físico.


Respecto a la higiene: tanto en casa como en el colegio, me enseñaron que lavarse las manos antes y después de comer era imprescindible. Me parecía una soberana tontería y no quería, pero mi familia hacia que lavarse las manos fuera divertido, nos enseñaban (tanto a mi hermano como a mí) a hacer pompas de jabón, de ese modo siempre queríamos lavaros las manos y poco a poco fuimos lavándonoslas sin que hiciera falta decirnos nada. Otra cosa imprescindible que me enseñaron en casa es la ducha diaria antes de acostarse y el lavarse la cara y las manos nada mas levantarse. No podemos olvidarnos de cuando empezamos a lavarnos los dientes; en mi caso lo recuerdo de toda la vida, porque en cuanto me salieron mis dos primeros dientes, mi madre ya me pasaba el cepillo de dientes para que me fuera habituando. En el colegio tomábamos un flúor de fresa todas las tardes, durante cinco minutos y recuerdo que a veces la profesora nos echaba un líquido en la boca que era oscuro (sabia a fresa), y si tenías sarro en los dientes, éste se veía más claro, de ese modo todos los niños de la clase  íbamos con los dientes muy bien lavados, para que nadie nos viera con sarro en los dientes. Otra cosa del colegio que también recuerdo es que los sanitarios estaban siempre muy limpios.




En casa siempre hubo una dieta equilibrada, en la que los cereales, la fruta, la verdura, las hortalizas y el pescado siempre estuvieron presentes. El pescado nunca fue “Santo de mi devoción”, pero mi abuela lo preparaba de diferentes maneras (a la plancha, frito, con salsa, cocido…) para que lo comiéramos, porque en mi casa la palabra NO ME GUSTA no existe. Desde pequeñita me preparaban un zumo de frutas por la mañana y por la tarde, antes de comer un bocadillo, siempre tomamos como mínimo dos piezas de fruta.

 Cuando empecé primaria en el colegio y durante tres  cuatro años tuve que ir al comedor el colegio. En dicho comedor nos daban un menú mensual en el que aparecía la comida que teníamos cada día, también era una dieta equilibrada rica en verduras, fruta y pescado. Antes de entrar al comedor debíamos ir al baño para lavarnos bien las manos con agua y con jabón, una vez que nos sentábamos a comer no podíamos levantarnos hasta que termináramos la comida del plato, aunque no nos gustara siempre debíamos probar la comida y comer lo máximo posible. Al terminar de comer nos levantábamos y recogíamos nuestra bandeja, volvíamos al baño y nos llevábamos los dientes (todo esto siempre era supervisado por las monitoras del comedor).




No puedo olvidarme de mencionar la cantidad de actividades físicas que hacia desde pequeña en Educación Infantil, donde los alumnos  no dejábamos de correr de un lado para otro, nos estimulaban continuamente con diversos juegos y en el recreo nos animaban  correr y a no parar. En primaria ya comenzamos con las clases de educación física, con las que continuamos hasta primero de bachillerato. Toda esta actividad física siempre fue reforzada por mi madre y demás familia, que todos los días nos llevaban a mi hermano y a mí al parque y a dar largos paseos; en veranos nos llevaban a la piscina y a  la playa, donde además de enseñarnos a nadar y pasarnos horas metidos en el agua, corrían con nosotros e inventábamos entre todos juegos en los que no dejábamos de saltar y brincar.





Desde pequeñita yo...

 

                                     Desde pequeñita yo...


     Una de las cosas más importantes en la vida de una persona es inculcarle desde bien pequeño lo importante que es saber cuidarse tanto a nivel de salud como de la higiene.

     En mi caso personal, recuerdo que en casa me mandaban lavarme las manos antes y después de cada comida, los dientes también, y cada noche tenía mi baño. Estas rutinas diarias siempre las cumplí, y a día de hoy lo sigo cumpliendo. Aun así, recuerdo que cuando era pequeña, como todavía no era consciente de lo importante que es cuidar la higiene y protestaba para no hacer alguna de estas actividades, mis padres siempre me decían que era vital hacer eso día a día. También recuerdo que mis padres me compraban los utensilios de higiene con formas y texturas divertidas para que llamaran  más mi atención y así utilizarlos de manera jovial. 

     En el ámbito escolar, la higiene y la salud siempre fueron dos temas muy presentes día a día desde Educación infantil. Todas las mañanas después de utilizar cualquier material escolar, siempre nos mandaban de dos en dos al baño a lavarnos las manos. También hacíamos juegos donde se trataba este tema. Para los dientes, nos daban un producto llamado flúor que lo tomábamos una vez a la semana para cuidarnos los dientes. En el comedor del colegio nos daban comidas variadas todos los días, y nos mandaban lavarnos las manos tanto antes como después de comer.

      En la etapa de mi adolescencia en el tema de la higiene mantuve mis rutinas diarias aprendidas desde pequeña.

 
                               
     

     En el caso de la alimentación, en mi casa desde pequeña la alimentación fue muy variada e enriquecida. Siempre me enseñaron lo que debería comer a menudo y lo que no. Recuerdo que cuando en mi casa había de comer pescado, mi madre me engañaba echándome un poco de salsa de tomate por encima para que lo comiera, porque aunque siempre me enseñaron a comer sano, yo fui bastante exquisita con la comida. A veces cuándo no me quería terminar la comida, me castigaban sin postre o sin jugar después de comer para que lo terminara todo. Una de las cosas que más me gustaba hacer de pequeña era comer la merienda en el parque de juegos con mis amigos. Mi madre siempre me dice que nunca tuvo problemas conmigo para darme la merienda, porque comíamos todos juntos. También recuerdo que mi madre cuando me quería dar de comer alguna cosa que no me agradara, me daba el plato de comida con formas simpáticas o con algún adorno para que me llamara la atención.

    En el ámbito escolar, la merienda siempre nos la comíamos en clase, todos juntos, y una vez terminada, recogíamos todo y nos lavábamos las manos antes de irnos a jugar con los compañeros. Quien no se la terminaba no jugaba.

    En el comedor, nos daban comidas variadas y equilibradas. Lo que no queríamos comer, siempre nos lo obligaban a comer aunque no nos gustara. Esa era una disciplina que no estaba bien en mi opinión. Éramos muchos niños y entiendo que no se pueden atender a tantos a la vez, pero en vez de obligar a todos a comer, lo que deberían hacer es castigar sin recreo o sin postre al que no comiera, no obligar a comer sin más.
   La alimentación en la adolescencia tampoco varió. La verdad es que siempre comí de todo, y si algo no me gustaba no lo comía. Una vez que mis gustos se estabilizaron, mis padres ya no quisieron insistir.
  
                                    

    En resumen, tanto en la como en la higiene y salud, siempre tuve un equilibrio y estabilidad a la hora de ponerlo en marcha, gracias a las bases educativas que me inculcaron.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mis primeros pasitos



Desde muy pequeña siempre me han inculcado tanto desde el seno familiar como el escolar que la higiene es una de las condiciones básicas para tener una buena salud. Son dos palabras bien distintas y que están muy relacionadas. Recuerdo en los años de infantil como la profesora nos hacía seguir unas rutinas de limpieza personal tanto en el aula como fuera de ella, como por ejemplo; en el aula siempre que utilizábamos colores de dedos o plastilina nos mandaba lavar las manos al terminar, si estornudábamos sabíamos que teníamos que poner la mano delante de la boca y no hacerlo mirando hacia un compañero. En el comedor siempre nos mandaban lavar las manos antes de comer y después de comer junto con los dientes y siempre nos hacían recoger todo lo que utilizábamos y ponerlo en su sitio. Y en nuestro tiempo libre en el cole teníamos que seguir unas normas iguales para todos, tanto los niños pequeños como los niños grandes. En el seno familiar siempre era menos obediente que en el colegio y siempre tenía detrás a mis padres mandándome hacer todas las cosas que a mí se me pasaban o no me apetecían hacer (como lavar los dientes, limpiar lo que ensuciaba y otras normas que se van enseñando a los niños a lo largo de la vida). 


En mi caso personal la salud desde bien pequeña siempre la consideré una cosa muy importante aunque reconozco que en los primeros años no era realmente consciente de que la palabra salud estaba relacionada con el aspecto de que yo enfermase. Me descubrieron con 3 años que tenía asma y siempre fue un requisito básico la buena salud e higiene para yo poder estar bien, esto siempre fue así desde que yo fui consciente de que esas dos cosas estaban relacionadas hasta mi edad adulta.
Recuerdo también que en el colegio desde bien pequeños hasta que terminé la edad escolar nos inculcaban por activa y pasiva la buena alimentación. Nos daban charlas, hacíamos juegos, explicaciones, preguntas sobre el tema, etc. Es un aspecto de la salud que aparte de aprender en mi casa aprendí también mucho en el colegio.

De todos modos actualmente estamos llevando estos dos temas a un extremo yo creo que exagerado, es decir, antes los niños podían comer un poco de tierra o hierva, por ejemplo, y se les reñía a los niños para que aprendieran que eso no se puede hacer y ya estaba y ahora si una madre ve a su hijo comiendo tierra lo lleva directamente al médico por si coge alguna enfermedad. Yo creo que debería haber una balanza intermedia entre los dos casos, ni dejarles llevarse a la boca cualquier cosa ni ser super alarmistas. También noto con diferencia de antes (y me baso en pruebas fehacientes que yo misma hice en un trabajo de), que antes las madres alimentaban a sus hijos con todo tipo de alimentos sin comidas prefabricadas y actualmente no se si por comodidad o falta de tiempo, alimentan a los niños con mucha comida prefabricada y que le dan mucho al antojo del niño, quiero decir que si a un niño no le gusta una cosa la madre para no discutir o no llevar trabajo ya no se la hace. Yo recuerdo desde mi experiencia a mi madre obligándome a comer Salmón (un pescado que personalmente no me gusta nada actualmente) que muy a mi pesar me obligaba a comer y si no lo comía no me hacía otra cosa, así que finalmente siempre lo acababa comiendo.


Como último comentar que en el colegio desde bien pequeñitos nos infundían una admiración hacia los deporte. Recuerdo a todas mis compañeras, incluyéndome a mi, jugando en algún equipo deportivo del colegio.

Por lo tanto los malos hábitos de salud o higiene que pudiera  o pudiese tener ahora no es por falta de la educación que recibí a lo largo de mi infancia.